Mis aprendizajes

Todo aprendizaje sobre fotografía se va perfeccionando con la práctica. Si bien existen reglas y conceptos acordados por los profesionales de esta materia, creo que no hay «verdades últimas» acerca de la fotografía. Se trata de un arte en constante construcción, sujeto a criterios de flexibilidad y adaptabilidad a través de los tiempos, influenciado además por diversos factores como: el «ojo fotográfico», la motivación y la madurez de quien realiza y de quien aprecia la toma fotográfica, así como factores relacionados con las condiciones (luminosidad, movimiento, escenario, ángulo, visibilidad, posibilidad de movimiento, permisividad, estado de ánimo, propósito, situación socio-cultural) que predominan cuando es efectuada la captura de la imagen, así como las características del equipo empleado, entre muchos otros.

En primer lugar, he aprendido que la pasión por la fotografía otorga una profunda satisfacción personal que no siempre es comprendida o aceptada por todos; incluso, puede ser objeto de burlas y estereotipos hacia el fotógrafo amateur. Claro que el fotógrafo aficionado puede evidenciar una actitud exagerada, que lo impulse a desear captar imágenes de los más insulsos momentos y las más triviales escenas de la vida cotidiana que se cruzan ante sus ojos. Pero, para un fotógrafo, este impulso casi incontrolable es producto de un don o una sensibilidad especial que lo conduce a apreciar y valorar cada detalle de la vida cotidiana como una escena digna de ser encuadrada a través del lente de la cámara. Esto realmente puede ser incomprensible e intolerable para algunos. 🙂

He aprendido que el «OJO FOTOGRÁFICO» es un don natural en algunas personas. No todas las personas poseen habilidad para realizar el mejor encuadre y capturar el mejor ángulo fotográfico. He visto, por ejemplo, en un museo importante del mundo, a quienes toman una fotografía en la cual sólo se ve una persona delante de una pared. Es como ir a la Torre Eiffel y captar imágenes en la grama de la parte baja, donde sólo se aprecian algunos metales del pie de la torre. Quizás se logre una fotografía significativa para el recuerdo, pero no sería una fotografía representativa y simbólica del lugar. Por supuesto, esto dependerá de la motivación que anime al fotógrafo al hacer click con su cámara, lo cual es absolutamente respetable. Al fin y al cabo, el qué, el cómo, el dónde, el cuándo, el por qué y el para qué de una captura fotográfica es una decisión francamente personal que responde a criterios de originalidad, motivación genuina y creatividad particulares. También he aprendido que poseer el don del “ojo fotográfico” no es suficiente para lograr fotografías que reúnan la calidad deseada. Múltiples elementos pueden ocasionar la insatisfacción de no poder capturar la escena deseada, en el momento preciso.

He aprendido que la fotografía tiene un altísimo valor histórico-documental, intelectual, social y sentimental que le otorga un papel preponderante en todas las sociedades y en todos los tiempos, lo cual explica por qué jamás la fotografía podrá ser desplazada por otros recursos audiovisuales creados por la indetenible creatividad humana.

Mi experiencia fotográfica me ha permitido aprender que las personas adoptan distintos tipos de reacciones ante la cámara fotográfica. Una de las situaciones más frustrantes para un fotógrafo es la de personas que al ver la cámara cambian la actitud espontánea para adoptar una pose fingida y estereotipada. Lo que pudiera haber sido una fotografía espectacular por el carácter natural de la escena, se pierde en fracciones de segundos debido al afán de protagonismo o quizás la coquetería innata en los seres humanos. Un detalle curioso, y tal vez una variante del caso anterior, es el de personas que adoptan poses “graciosas” en cada fotografía. Al ver que son enfocados asumen posturas extrañas que por lo general resultan originales y producen hilaridad, aunque en ocasiones se tornan tan absurdas que alteran el sentido de la fotografía.

Otro tipo de personas es el de quienes ocultan el rostro al ser enfocados pues no desean ser fotografiados. En estos casos, he aprendido que es recomendable no insistir y respetar el derecho que tiene toda persona a negarse a ser fotografiada. No obstante, algunos de los que reniegan y aparentan disgusto al ser fotografiadas, luego de la toma, en seguida preguntan: “¿Cómo quedé?”.

Para ser consecuente con mi planteamiento inicial, todo lo que aquí he expresado no pretende tener el carácter de verdades últimas. Mis ideas son sólo reflexiones sujetas a críticas, de fondo y de forma.